Un gran jardín en Madrid con el deporte como protagonista

Fecha
2025-2026
Ubicación
Madrid (España)
Tipo
Residencial
Árboles
210
Superficie
10.000 m²
Estado
Obra
El jardín, concebido para una gran residencia madrileña, no se limita a ser un telón de fondo. Es un mosaico de programas –pistas deportivas, pabellón, piscina, zona infantil– que responde a múltiples formas de vivir y disfrutar. Nuestra propuesta lo transforma en un organismo vivo, un rizoma que conecta y vertebra sin jerarquías, integrando lo estético con lo funcional.
A lo largo de la historia, los jardines han sido mucho más que escenarios de contemplación estética. Desde sus orígenes, han acogido programas de ocio, espectáculo y sociabilidad que los convirtieron en auténticos escenarios de vida. En el jardín francés del siglo XVII, André Le Nôtre diseñó en Versalles no solo un despliegue geométrico de control sobre la naturaleza, sino un marco para la representación de poder y entretenimiento cortesano: paseos, fiestas, representaciones teatrales al aire libre y espectáculos de agua que transformaban la jardinería en escenografía. En el siglo XVIII, la Real Granja de San Ildefonso, bajo Felipe V, continuó esta tradición con el célebre juego de fuentes, concebido para el deleite de la corte a través de ingeniosos efectos hidráulicos que sorprendían y divertían a los visitantes.
Del mismo modo, en Inglaterra, los jardines paisajistas del siglo XVIII incorporaron elementos destinados al asombro y la experiencia sensorial: ruinas artificiales, templos o pabellones que remitían a las experiencias del Grand Tour. Incluso se llegaba a contratar a los llamados ermitaños, personajes que habitaban chozas o ermitas en el jardín, como parte de un teatro viviente para los invitados. En todos estos casos, el jardín se erige como un espacio híbrido: al mismo tiempo poético y lúdico, estético y funcional.
En este proyecto de jardín contemporáneo de más de 10.000 m2, esa tradición se reactualiza en clave familiar. El jardín se concibe como un tejido donde conviven programas deportivos y recreativos —piscina, pistas de tenis y pádel, campo de fútbol, pabellón de ocio— con un bosque natural de pinos y encinas. El desafío, igual que en épocas pasadas, consiste en que el conjunto mantenga su carácter unitario y poético, donde la naturaleza y el artificio se reconcilian para crear un escenario de vida compartida

El proyecto se desarrolla en una gran parcela donde la arquitectura sitúa la vivienda en una posición elevada respecto al terreno. Frente a esa jerarquía vertical tan habitual —la casa arriba como centro y el jardín en un plano secundario—, nuestra propuesta busca invertir la lógica: el jardín no acompaña, sino que se convierte en un tejido horizontal donde todos los usos adquieren un mismo nivel de relevancia.
Inspirados en las ideas de Deleuze y Guattari sobre el rizoma y en la visión paisajística contemporánea de James Corner, el diseño se plantea como una red de conexiones más que como un esquema jerárquico. Las pistas deportivas, la piscina con carril de nado, el pabellón exterior, las áreas de juego o los espacios de estancia no se subordinan a la casa, sino que se enlazan entre sí a través de caminos, vegetación y secuencias espaciales que los integran en un sistema común.
El jardín se funde con el contexto natural de encinas y pinos, estableciendo un gradiente continuo que evita la clásica división entre lo ornamental cercano a la vivienda y lo forestal hacia el perímetro. Aquí todo participa de la misma lógica horizontal: lo doméstico, lo lúdico, lo funcional y lo estético forman parte de un solo organismo.
A nivel técnico, el reto ha sido responder a una gran diversidad de demandas sin fragmentar el espacio. La solución ha consistido en diseñar un paisaje unitario, en el que los programas se amalgaman en un conjunto coherente. El resultado es un jardín contemporáneo que supera la condición de telón de fondo para convertirse en estructura viva, en rizoma de conexiones que transforma la multiplicidad de usos en una experiencia compartida.

SOBRE DELEUZE Y GUATTARI
Gilles Deleuze (filósofo francés) y Félix Guattari (psicoanalista y pensador político) publicaron a finales del siglo XX dos libros que se convirtieron en referentes del pensamiento contemporáneo: El Anti-Edipo (1972) y Mil Mesetas (1980), reunidos bajo el título común Capitalismo y esquizofrenia. En ellos plantearon una crítica radical a las estructuras jerárquicas y rígidas de la sociedad, proponiendo nuevas formas de entender la organización, la producción de conocimiento y las conexiones humanas.
Uno de los conceptos más influyentes es el del rizoma, tomado de la botánica: un sistema subterráneo en el que los brotes y raíces se extienden sin un centro único ni una jerarquía fija. Para Deleuze y Guattari, el rizoma simboliza un modo de pensar y organizar el mundo basado en la multiplicidad, la conexión y la horizontalidad, frente a los esquemas piramidales o arborescentes que establecen un orden vertical.
Estas ideas han tenido eco en el urbanismo y el paisajismo contemporáneo. James Corner, uno de los paisajistas más influyentes de las últimas décadas, incorporó el concepto de rizoma a su visión de los espacios urbanos y naturales. Sus proyectos entienden el paisaje como una red de relaciones dinámicas, donde lo ecológico, lo social y lo estético se entrelazan sin jerarquías rígidas. Ejemplos como el High Line en Nueva York muestran cómo un espacio puede funcionar como rizoma: conectando personas, memorias, infraestructuras y naturaleza en un sistema abierto.
Al aplicar estas ideas a nuestro jardín, buscamos lo mismo: que no exista una única centralidad, sino múltiples conexiones. El resultado es un espacio vivo, en el que arquitectura, deporte, ocio y naturaleza conviven como partes de un mismo rizoma.