Un jardín sin límites: un paisaje que diluye la arquitectura
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Fecha
2024-2026
Ubicación
Majadahonda (Madrid)
Tipo
Residencial
Árboles
20
Superficie
2.000 m²
Estado
Concept
La búsqueda de una conexión orgánica y fluida entre la arquitectura y paisaje ha sido el eje central de este proyecto en Majadahonda, en el que hemos colaborado con el estudio de Jacobo García-Germán. Desde el proyecto de arquitectura la vivienda se organizaba alrededor de una serie de ejemplares de pinos preexistentes en la parcela, integrándolos en su diseño mediante patios interiores y entradas de luz estratégicas. Durante la redacción de nuestro proyecto de paisajismo, llevamos esta integración un paso más allá, diluyendo los límites entre casa y jardín y creando un diálogo continuo entre lo construido y lo natural. A través de un diseño que potencia la permeabilidad de los espacios, la relación con las cubiertas ajardinadas y una selección de especies que acompaña el ritmo de las estaciones, el jardín se convierte en una extensión viva de la arquitectura.
UN JARDÍN SIN FRONTERAS: PERMEABILIDAD Y CONEXIÓN CON LA ARQUITECTURA
Más que un simple marco para la vivienda, el jardín se ha concebido como una estructura dinámica que se entrelaza con la arquitectura, eliminando cualquier frontera evidente entre ambos proyectos. Para conseguirlo, evitamos la solución de una casa rodeada por una franja de pavimento continuo y, en su lugar, fragmentamos los caminos y recorridos, permitiendo que el jardín llegue hasta las fachadas. De este modo, los espacios de paso se convierten en senderos que atraviesan el paisaje, generando un recorrido fluido en el que la vegetación y la arquitectura coexisten en armonía.
Esta conexión también se extiende a las cubiertas ajardinadas, que funcionan como una prolongación del jardín y refuerzan la sensación de inmersión en la naturaleza. Desde los pisos superiores de la casa, la vegetación sigue siendo protagonista, envolviendo los volúmenes arquitectónicos en un continuo verde.
Para potenciar esta integración, analizamos los puntos de vista clave dentro de la parcela, desplazando la funcionalidad del jardín lejos de la arquitectura, para generar nuevas perspectivas. Así, se diseñó un pabellón de piscina, con elementos de cerrajería que proyectan sombras y crean un nuevo punto focal. Desde este pabellón, la casa se percibe enmarcada por los pinos, resaltando la relación entre las copas y la arquitectura.
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DISEÑAR UN JARDÍN ENTRE PINOS: RETOS Y OPORTUNIDADES
Trabajar en un pinar consolidado planteó desafíos tanto a nivel de diseño como de mantenimiento. El proyecto se concibió respetando al máximo la presencia de estos árboles, lo que supuso adaptar los recorridos, las zonas de estancia y la elección del material vegetal a las condiciones existentes.
Uno de los aspectos determinantes fue el tratamiento del suelo y la gestión de las acículas. Para facilitar su limpieza sin perder naturalidad, optamos por una combinación de grava y una pequeña pradera de césped en las zonas de mayor uso, como la piscina y el área de recreo. La grava permite un mantenimiento sencillo mediante soplado, mientras que el césped, al ser segado con regularidad, recoge de forma natural las acículas caídas.
En cuanto a la estructura vegetal, en lugar de recurrir a un perímetro de setos uniformes para delimitar los espacios, diseñamos un perímetro compuesto por distintos planos de vegetación a diferentes alturas. Esta solución aporta dinamismo a los límites del jardín, evitando una barrera rígida y permitiendo una transición más orgánica entre el espacio construido y el paisaje exterior.
Para los puntos de vista que requerían ocultación, seleccionamos especies perennes combinadas con matices de especies caducas, generando así un paisaje en constante evolución a lo largo del año. En las zonas de mayor carga ornamental, incorporamos gramíneas y plantas de flor, que aportan contraste. Como transición entre estas y los elementos más estructurales del jardín, añadimos una capa intermedia de arbustos de pequeño formato.
El resultado es un jardín naturalizado, en el que el paso del tiempo forma parte de la estética. No se trata de un espacio rígido y controlado, sino de un entorno que acepta la caída de hojas, el movimiento de las estaciones y la interacción con el clima como elementos esenciales de su identidad.
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